Perspectivas teológicas, sociológicas, la literatura y la poesía como caminos místicos. Vida cotidiana como experiencia trascendente.
El estudio de Leonardo Boff sobre el tema de la trascendencia, nos estimula a verificar hasta qué punto, en nuestras vidas, estamos rodeados de oportunidades para superar los límites de nuestro Yo pequeño, en dirección hacia nuestro Yo profundo. Ese yo profundo es el que nos comunica con la totalidad y, según otro teólogo y también sociólogo, el célebre autor de Un rumor de ángeles-La sociedad moderna y el redescubrimiento de lo sobrenatural, Peter Berger, autor también de Perspectivas sociológicas y El sociólogo como espía, entre otros escritos, en la vida cotidiana de cada persona, hay señales de trascendencia como al amor, la risa, la muerte, entre otros, que la llevan a conectarse con lo divino.
Otro teólogo, el conocido gurú de los hippies de los años 60, Alan Watts, escribe un libro que, dice, le gustaría dejar para sus hijos. Un libro que les recordara quiénes son. Escribe Tabú-Lo que no le deja a usted saber quién usted es. Comienzan convenciéndote de que Dios está tan lejos, dice, cuando en verdad él y tu son una sola cosa. No hay dos, sino uno. Es el Tat Tvam Asi (Tú eres Aquello) del hinduismo.
En los tiempos modernos, son numerosas las llamadas a ese reconocimiento de la divinidad en uno mismo, en la persona que soy, en las circunstancias y en la red de relaciones sociales de que formo parte, o de que estoy formado, para ir redescubriendo la pertenencia, saliendo del dualismo que te hace ver afuera y lejos, lo que sos vos mismo. Jorge Adoum (Yo soy) y Martin Buber (Yo y Tu) nos ofrecen, desde distintas perspectivas, posibilidades de trascendencia del Yo pequeño hacia el Yo mayor de que todos formamos parte, sin distinción. F.J. Alexander (En las horas de meditación) nos recuerda una vez más: Tú eres Aquello.
Si yo soy Aquello, ¿de dónde me viene esa sensación de aislamiento, de estar suelto en la vida, de no formar parte de nada, ni de mí mismo?
De un concepto equivocado sobre vos mismo, que te fue inculcado desde niño, hasta que te convenciste de que vos no sos el mundo, no sos la vida, no sos, vos, sino estás aquí, estás en vos, estás pero no sos.
La diferencia semántica establece la diferencia brutal entre ser o estar. Si soy, nada puede sacarme de mí mismo, nada puede matarme, nada puede disolverme.
La diferencia entre el reconocimiento de la identidad y la sensación de alienación, de ser extraño, el no-ser.
Toda una sociedad, tus padres, tu familia, los sacerdotes, los profesores, los políticos, la televisión, trabajan de continuo para reforzar una frontera artificial: Vos sos algo extraño, externo, a la realidad, al mundo, a la vida.
Escribir ofrece varias oportunidades de trascendencia al mismo tiempo: Escribes y te ves, te despegas de tí mismo, te tornas un espectador de tu vida y de la vida de los demás. Alguien te leerá después de que te hayas muerto, y no sabes quién es. Te separas del límite ficticio entre tú y el otro, entre el yo y el tu, que insisten en hacerte creer que es real. Un tu que no conoces, te torna real. Cuantos escritores se descubren tales, al ser reconocidos por un lector. El lector crea al escritor.
La poesía, también, rompe las barreras e la separatividad. No hay un poeta que no te lleve a la eternidad, por el simple hecho de escucharlo. Piensa en Borges, Fernando Pessoa, Gustavo Adolfo Bécquer, el que más te guste. Zorrilla de San Martín, Cortázar, o ese amigo tuyo que escribe poemas cuando viaja en ómnibus. Todos están haciendo caminos hacia la eternidad, aquí y ahora.
Y tú, que eres un poeta o una poetisa, aunque te hayan querido convencer de lo contrario, no dejas de extasiarte cuando miras una flor, cuando miras en el cielo una estrella brillando al caer la noche, cuando te despides de alguien muy querido que ha muerto y que, enseguida o más tarde, empieza a visitarte en tus sueños. El sueño que sueña no soñar, dice Borges, al referirse al mundo real de todos los días, en su poema El despertar.
Quieren que te sientas feliz sintiéndote mal(Osho). ¿Cómo podrías ser feliz si te sabes pasajero? La muerte acecha por doquier y eres algo de paso. Pero, ¿es así?
Si pensamos en Marx, veremos que hay, desde su perspectiva de la emancipación como proceso de retorno de la persona a sí misma y su reconocimiento del individuo como ser social, un germen de liberación.
¿Adónde queremos llegar con estas consideraciones? Ya debe haberte quedado claro. No queremos llegar, ya llegamos. Llegamos al fin, esto era apenas el comienzo, una invitación a reconocerte como parte de lo eterno e ilimitado, de aquello que llamas de Dios. El viaje a lo infinito que imaginas, terminó. Tú eres Aquello.
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