Inválido, pero no mucho – por Rolando Lazarte

El profesor, sociólogo, terapeuta social y comunitario, filósofo y activista de derechos humanos, Doctor Lazarte, en nota autobiográfica a las lectoras y lectores de Consciencia, una vez más declara su jornada.

El año de 2001, fui declarado jubilado por invalidez, de mi cargo de profesor de sociología en la Universidad Federal de Paraíba.
Ese mismo año, rompiendo el estado de sitio, empecé a acompañar a mi esposa, la enfermera psiquiátrica María Filha, en las acciones de promoción de la salud.
En 2004, sané de la depresión en las ruedas de terapia comunitaria del barrio de los Ambulantes, en Mangabeira.
Ese mismo año, publiqué Mosaico, por la editora universitaria de la UFPB, y empecé a acompañar Dom Fragoso en sus visitas a enfermos.
En 2007 completé mi formación como terapeuta comunitario, y en estos cuatro años pasados acompaño María en sus jornadas latinoamericanas y nordestinas, en la eterna, constante caminata del ser en busca de sí mismo.
Ese mismo año de 2007, mi madre Gita nos dejó, volviendo a mí este año de 2009, cuando la justicia me devolvió la pensión que me fuera arrancada por mi ex esposa, cuando estuve enfermo.
Esos años de 1982 a 2009, fueron la auto-tortura. Habiendo sobrevivido a la tortura psicológica de la dictadura militar argentina, traje una torturadora a casa. Hasta ayer. Hoy, fui con María a buscar una tierra nuestra para vivir, en Praia Bela.
No puedo dar clases, eso es un hecho. No puedo estudiar, esto también es verdad. Tampoco puedo investigar, hacer proyectos de investigación, ni publicar artículos o participar de congresos, del modo como lo hice llegando a quedar exhausto, motivando el laudo psiquiátrico que me apartó del trabajo al que me entregué con fervor, de 1970 a 2001. Como alumno de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo, de Mendoza, Argentina, trabajé, en parte becado, para divulgar y consolidar el proceso de transformación curricular, en los moldes freireanos (talleres), marxistas y cristianos, bien de acuerdo con los ideales que movieron a la sociedad argentina en los años –por lo menos 1966-1976. Los rótulos son pequeños para caracterizar aquellas jornadas. Apenas trato, más para mí mismo, y para aquella familia que construí detrás de las fronteras –todas—de reconstruír un perfil, en momentos en que me permito liberarme de una culpa que no tuve. No tuve culpa de sobrevivir al genocidio. No tuve culpa de sobrevivir a la tortura psicológica. No puedo ser castigado por haberme enfermado, al punto de casarme con alma incompatible, en todo y por todo, conmigo: con mi ideología, con mi perspectiva de vida, con mis sentimientos, ideales, valores, todo. No busco culpables, ni disculparme.
Trato, repito, más para mí mismo y para aquellos que me acompañan fraternalmente en estos arduos años de lucha y sobrevivencia, de recordar quién soy, qué jornadas me parieron y me siguen pariendo.
La vida no se resume a una sala de clase, o a un ejercicio profesional.
En una batalla hay muchas posiciones. Está la línea de frente, los flancos, la retaguardia.. Hay varias secciones en un ejército.
Yo tuve formación militar y de caballería. No he renegado de nada.
Nada reivindico, sino el derecho de vivir en paz estos años que me fueron dados, y por los que luché, con mi compañera María, mis hermanos, mis padres, mis compañeros de lucha y de destino.

Marcadores: Derechos humanos; invalidez; luchas sociales; Argentina; Rehabilitación psicosocial; Maria Filha; genocidio; autotortura, sobrevivencia.

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