Crónica segunda, por Rolando Lazarte

Ahora sí ya es de día. Soy feliz porque quiero, no por tener o no tener esto o aquello. Es imposible vivir incondicionadamente, me parece. Hoy, desde que me levanté, ya pasaron por mi mente centenas de “órdenes” (de algún modo hay que llamarlas) para la acción. Cada una de ellas pretendiendo direccionar el día. ¿Quién dice que escogí la correcta? Cuando escuché los primeros pájaros, pensé: Nunca antes escuché ese canto. ¿Será así? Ahora pasa una motoneta. ¿Quién garante que la oigo sin recuerdo? ¿Podría oírla sin recuerdo? Desde que comenzó el día, ya fui al jardín a buscar menta, la corté, la puse a hervir para hacer mate. Respiré, me estiré, pensé en mil cosas. Los pájaros siguen cantando, y me gustaría pensar que soy capaz de vivir un día virginal. Un día sin preocupaciones. Presente al instante, como quien por primera vez llega a él. “Sólo por hoy” no me preocuparé, ¿no es ya un condicionamiento, una preocupación? Te dejo la inquietud y me voy a tomar el mate. Una lectora en el sueño me decía que tengo muy buen humor. Hoy es siete de marzo, y esta es ya la segunda crónica del día. ¿Cuántas más vendrán? ¿Habrá alguna que valga la pena? Todas valen la pena, aún que no sea con el trocadillo de una pena (pluma) valer la pena. Ra ra ra ra. No hay condicionalidad para la incondicionalidad. Soy feliz porque quiero. Soy feliz. Soy. Feliz.

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